lunes, 15 de agosto de 2011

La cabeza

La Rusca se ha quedado dormida en mi cabeza. Me siento realmente tranquilo, y como no he hecho nada para que se duerma, no me preocupa que lo que haga la despierte, al contrario, espero que siendo como he sido siga dormida.

Antes o después llega un momento en que uno se sienta y, antes de arrancar y seguir la ruta, se queda pensando en lo orgulloso que está. De sus proezas y sus fallos, de cómo las ha llevado, de cómo ha sobrevivido felizmente.

Y es que lo más importante es no tener una Rusca remordiéndote, hacer las cosas de la única forma que no se puede evitar. De la forma en la que lo quiere la Rusca, lo más propio de uno mismo, sus errores, el yo al otro lado del espejo, que le mira a uno antes de ducharse, de arriba a abajo, sin compasión.

El que ahora sonríe porque se siente solo, ignorado, el que le gusta estar tranquilo sin que lo despierten. El que sale cuando uno tiene suficiente miedo como para actuar sin pensarlo, el que actúa sin pensar llenándote de felicidad, comiéndose todos tus miedos de una cuando se han acumulado demasiados. Porque sentir es la única forma de vivir, y tener miedo la única forma de actuar adecuadamente. Improvisa sin preocuparte, porque es inútil.

Ten miedo del todo, y dejarás de tenerlo.

domingo, 7 de agosto de 2011

Los riñones

Me han dejado de doler, se ve que la Rusca se ha apaciguado. El mundo es de colores. No sé si ha sido tan colorido antes, problemas de mi memoria de pez. Hay quien perdona mis olvidos por tener memoria de pez, hay quien piensa que son por falta de atención. No me preocupa, en estos momentos sólo puedo mirar al vacío con cara de póker sintiendo la tranquilidad que dan cuatro ases.

Un póker de ases no es la mejor jugada, y sin embargo cualquiera se sentiría tranquilo con ella. Podría ser porque pensemos que no es probable que salga otra jugada mejor en la partida. No creo. Rayados estamos todos, por delante o por detrás, y antes o después tendríamos en cuenta que es posible, que todavía pueden fallarnos las piernas y perder todo.

Pero no lo hacemos. Y eso que los humanos somos grandes neuróticos. Quizá nos da tranquilidad porque es la jugada que da nombre a como todos llaman al juego, póker.

lunes, 1 de agosto de 2011

Lo llamo amor porque no tengo ni idea de lo que es

Me cago en el "ahora no estoy seguro de lo que quiero", me cago en el mito de que por ser hormonas uno se tiene que sentir alienado de sus sentimientos (cosa que no se puede evitar, al verse a uno desde fuera), y me cago en el "estoy bien solo".

No dejan de ser ciertos, y sin embargo no puedo evitar negarlos. Maldita tentación.

Hace unas semanas pensé en dejar de pensar, pensé en no tener expectativas, en dejar de preocuparme por el futuro si no tenía ni idea de cómo actuar para mejorarlo. Pensé en improvisar, en que salga lo que salga. Y ahora no me conformo.

Tiré la lista de deseos a la basura, y sólo me ha servido para tener que escribirme el último en la mano. Y ahí, la tinta entra en la piel y va poco a poco por los capilares hasta que llega al corazón si no queda retenida en los riñones. Será por eso que me duelen, porque por mucho que lo han intentado la tinta ha pasado. Como la Rusca en la sonrisa etrusca, la tinta se pasea en mi interior, acomodándose en un lado u otro, condicionándome a actuar de forma que no se queje y me mordisquee desde dentro.

Es inevitable esta profunda incertidumbre, esta contínua presión por conseguir lo que se desea, por ser mejor de lo que se es.

De repente el mundo se me hace extraño. No sé hablar y apenas escuchar, estoy ensimismado mientras mi Rusca deshoja una margarita de infinitos pétalos. O se la quito, o no dejaré nunca de estar jilipollas.

No puedo seguir haciendo lo mínimo. Necesito diálogo, y soy incapaz de sostenerlo. Voy musculándome poco a poco, a veces parece que lo conseguiré, pero aún soy incapaz de decir lo que siento, aún tengo miedo a que cambien las cosas. Me tiré al vacío, no teniendo miedo a nada, y tras caer en una esponjosa nube, me ha dado vértigo, no aguanto la idea de que se desvanezca.

El problema siempre es el tiempo. A veces tan lento y a veces tan rápido. Cómo me gustaría que fuera suficiente lento para aprovechar estos momentos más, y que pese a mi jilipollismo, pudiera avanzar en mi capacidad para hablar y para sorprender. Y cómo me gustaría que fuera suficiente rápido para saber lo antes posible si sorprendo.

Sí, tengo necesidad de sorprender, ya no me basto con mi yo más normalito, necesito ser un superhombre más que nunca y me da miedo que tanto músculo rompa la vestidura que me regala.

Podría haber sido más breve, y pasar directamente al resumen, pero así una entrada no tiene gracia. Que si los segundos no pasan suficiente rápidos o suficiente lentos, que se pare el tiempo. No sé cuánto quiero, o a cuánto puedo aspirar, sólo quiero seguir paladeando estos momentos.