jueves, 27 de diciembre de 2012

Empatía hipócrita

Con ésta empiezo una serie de entradas dedicadas a por qué la crisis nos azota de esta manera. Igual algún día de estos me pongo a hablar de temas más serios, como por qué votamos a los mismos idiotas de siempre o por qué parecemos críos ante la tele... Cuando encuentre algún matiz que me merezca la pena mencionar, como suelo hacer.

Por ahora hablemos de una serie de premisas que estabilizan esta supuesta crisis. Porque se supone que una crisis debe promocionar un cambio, es una situación difícil que debería hacer que las personas se replanteasen las acciones que la han causado. Y vamos a ver los mecanismos para que ese cambio no se produzca, que salen de la naturaleza del ser humano, con más o menos consciencia de ello.

El primero es ese complejo de pobre que equilibra las clases sociales. Una clave para evitar la lucha de clases es separarlas en el espacio, que no se conozcan entre sí para que no vean la injusticia presente. Esto, claro, no es sólo difícil por la necesidad de que obrero y propietario se comuniquen (aunque dentro de un tiempo veremos que se limitarán al email) sino también porque todos los días vemos en las noticias gente rica. Necesitamos un vecino que se les parezca y que no sea tan hijo de puta para no odiar a esos personajes televisivos.

Es por esto que se crea una red en torno a la pirámide social, a su vez dividida en segmentos de lo llamado clase media, no sé si por pero seguro que para, estabilizarla. Esta red pretende consolidar la pirámide, que la clase baja crea que la alta se caracteriza por comerse un carabinero cada año, y que la alta crea que eso de ser clase baja significa que si tu hijo se va a la universidad tienes que comprar el jamón serrano con más moderación, y a lo mejor pan de molde de marca blanca.

La vida no parece tan injusta gracias a esta red, el vecino de arriba tiene un mercedes y se ha ganado la vida dignamente, y el de abajo se suicidó el otro día pero no de pobre, sino porque su mujer le dejó por estar cada rato que podía de cervezas, con el jefe, por cierto, intentando que le diese los tres meses que le debía. Seguro que esa gente que sale por la tele que cobra 10.000 al mes no es tan mala y se lo ha ganado dignamente. Y seguro que los africanos no salen de su situación porque no se ponen.

Ahora vayamos a la crisis. Separa la sociedad en gente al borde de la desesperación, gente algo incómoda con su vida, y gente que si niega que se la repampinfla es por puro cinismo o porque han perdido la cabeza. No hace falta señalar.

Lo que consiguiera la red y la almohadilla de la clase media se hace menos efectivo. Los que llevan tres meses sin cobrar empiezan a mirar con mala cara a la gente que lleva mercedes. Y no se sabe cómo, surge de repente esa empatía inútil, falseada, manca.

Todo son gritos de angustia ante la situación económica, sea entre lonchas de jamón ibérico o jamón de york. En parte es bonito que la gente se solidarice entre sí, y también es bonito quejarse de los políticos por cosas que no te afectan directamente sino a otras personas que quizá ni conozcas. Pero generalmente queda en agua de borrajas.

Ojo, que no me meto ni con la empatía ni con las manifestaciones. El otro día, 25 de diciembre, decía una mujer: "Esta noche de quién tenemos que acordarnos es de los más pobres, que lo están pasando muy mal". Muchas la secundaron. Bravo por ellas. Una pena que ninguna vaya a hacer nada que demuestre sus sentimientos.

Esa empatía que provoca melodramas en honor a los desfavorecidos, o esos "huy, este año es que está todo muy mal", es hipócrita por algo muy simple: porque no se traduce ni en votar a otros, ni en mirar mal el pecado, ni en hacer nada por nadie. Sólo parece una preparación para caerle bien a alguien en peor situación económica. Un condón para las revoluciones.

No niego que de vez en cuando provoque buenos gestos, un poco de caridad, un poco de solidaridad, pero no se traduce en cosas serias.

Y lo peor es que no puedo acabar esta entrada con buenas noticias. La caridad y la honestidad no se enseñan, las aprende quien quiere. Quizá un trauma, quizá pensar que sin ellas el mundo se vendría a pique, quizá pensar que realmente nuestro granito de arena pesa en la balanza, y alguna vida humana va a mejor gracias a nuestro esfuerzo. Pero es algo que nadie querría ser no siéndolo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Socios o Hijos

Una de las bases del amor es la empatía. No solamente llorar a su lado cuando pasan cosas terribles, sino empatía contínua. Ser feliz porque el otro es feliz, estar triste cuando el otro lo está, y también cabrearse con él tanto como con uno mismo.

Sí, qué barbaridad. "¿Cómo va a ser amar cabrearse? Amar es sonreír, tener siempre en una mano una bandeja de galletitas de chocolate gratis, y en la otra un puñado de pétalos de rosa que dejar caer al paso de la amada."

Dando por hecho que cualquier cosa parecida al amor es, a priori, una estupidez voluntaria, que es de las peores que existen aunque hay otras aún peores y más comunes; el caso es que bien mirado, no parece tan contradictorio: Cuando uno quiere a una persona suficiente, no quiere que pase por los mismos fallos que él, ni que se de cuenta en un futuro de lo mucho que se ha equivocado. Lo máximo que se puede amar a alguien es hacer que supere a uno mismo de manera personal.

Yo personalmente mido el desarrollo humano en base a cuatro perspectivas: Serenidad, Capacidad, Conocimiento y Empatía. Son cuatro pilares apoyados entre sí de manera cíclica, cualquiera por separado es insuficiente para ser feliz.

Y efectivamente, la figura materna busca en sus hijos exactamente esos valores. Quieren niños buenos, felices, fuertes e inteligentes.

La madre es quizá la mejor figura a tener en cuenta al hablar de amor. No se puede negar que es el amor más duradero y más fuerte que suele verse. Totalmente incondicional.

Y sin embargo los hijos nunca muestran el mismo interés hacia ellas. Las recuerdan como las que más los han querido, y como las que más los han regañado.

Analicemos ahora la amistad: Creo que cualquiera puede asociar a su mejor amigo con alguien con quien se lo ha pasado bien, sí, pero también que se ha preocupado por uno, que le ha aconsejado en lo que creía que hacía mal, incluso hasta discutir varias veces.

Otra vez aparece la misma relación: incondicionalidad, duración, intensidad... y por otra parte, discusiones. Sí, lo admito, a lo que quiero llegar es al famoso proverbio "Quien bien te quiera te hará llorar". Y no me cabe la menor duda de que en cierta medida, todos nos haríamos cosas que nos disgustarían, si no fuéramos nosotros mismos. Desde la mejor de las intenciones, siempre aparece un hueco para las cosas que, sin dejar de molestarnos en el momento, se hacen para nuestro bien.

Al igual que un heroinómano es incapaz de desintoxicarse él sólo, al igual que un niño no entiende que no puede salir a jugar todo el rato y que estudiar es muy valioso para su futuro, la mayoría de las veces somos incapaces de vernos desde fuera y comprender qué es lo más correcto. A veces por nuestras circunstancias presentes, a veces por las (no) pasadas.

Sí, se puede ser muy feliz con una persona sin preocuparse de su futuro. Pero a nadie le agrada ser consciente de que no se preocupan por su futuro. No buscamos sólo socios, no hasta que no tenemos personas que nos traten como hijos, que cuiden que no nos despistemos de buscar la felicidad. Sí, queremos que nos mimen, pero también que demuestren que el día de mañana irá bien porque ellos nos están supervisando por si se nos va la perspectiva.

E inevitablemente, cuando amamos a alguien queremos que mañana y pasado sonrían. Que dentro de diez años estén más felices de lo que son capaces de comprender ahora. Hasta a veces perder la perspectiva de que la única forma de cuidar de ellos es también tener tacto en el presente.

De un socio sólo se espera que haga lo debido, que cumpla como tal. De un hijo, lo que se espera es amor y felicidad.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Socios sociales

La sociedad es así: un día te sientes famoso y al otro no te reconoce ni tu madre.

Cualquier persona conoce algún caso del típico personaje estricto con sus cosas, que no pasa por el aro de sus congéneres cercanos. Una de esas personas acusadas de nunca ceder ni para dónde tomar las cañas. Serio, con pocos amigos, y generalmente no el más carismático de ellos. Una de esas personas con apariencia de tozudas, de quien se espera que siempre te lleve la contraria, le propongas lo que le propongas.

Quizá hay que ser así con muchas personas. No el estar malhumorado, excepto con quien se merezca cambiar, sino el buscar lo que uno ve mejor en vez de dejarse llevar por los demás*.Porque hay amistades que duran, pero también las hay que caen como las hojas. Se acaba el verano, y adiós muy buenas. Y los hay que dicen "pero nos lo pasamos bien en aquel entonces, ¿eh?". Ya. "Fue bonito mientras duró". Anda y no me jodas.

Creo que no soy el único que vive en el presente, que le da igual lo amigos que hayamos sido si hoy no podemos hablar de mucho más que del tiempo. Sé que hay veces que es difícil, no soy nada bueno a la hora de pensar de qué hablar con tal persona. Pero lo intento, cuando no siento espaldarazos. Comprendo perfectamente que el tiempo es limitado, y uno tiene que gestionar su ocio y tiempo libre lo mejor posible. Pero también entiendo que cuando se pierde el trato, es que ya no hay apenas interés en esa persona, si no puedes sacar un par de horas de tu agenda de vez en cuando.

Y no tengo rencor, aunque mi forma de decirlo sea así de cruda. Soy el primero que le gusta aprovechar su tiempo, y no perderlo en caritas sonrientes de cartón. Si no hay interés mutuo, pues adiós y muy buenas. Esto es, ante todo, un recordatorio para mí: Mide bien con quien usas tu tiempo. No renuncies a lo que desees, no pienses es sólo hoy. Sé tú mismo, y si no le gusta a alguien, pues dos tareas tiene. Mientras hagas el bien, el que se sienta dado de lado que se quiera menos, que hay otros siete mil millones de humanos que también se merecen tu atención.

Pero también ten cuidado de con quien te juntas. De poco sirve pasárselo bien si mañana se olvidan de ti. Júntate con personas con quien tengas aficiones, ideas, o cuestiones materiales (trabajo, situación económica) en común. Juntarse con gente aleatoria sólo puede aspirar a crear amistades de barrio. De adiós y muy buenas.

Así que no creas que el primero que te sonríe es porque te ve como a un hermano. También hay embaucadores en las amistades. Al final lo que cuenta son los socios que mantienes, y los que te parezcan los más sociales, generalmente serán los que más te dejan en la estacada.

*Y esto conecta con la siguiente entrada: lo que se da por amor y lo que se da por interés.

domingo, 29 de julio de 2012

La escalada

Con frecuencia nos gritamos sin necesidad. Antaño fue una manera de defender nuestro territorio, cuando estábamos en peligro, cuando necesitábamos comer para vivir. Lo hacíamos a la desesperada, cuando no había otra manera de ver el sol al día siguiente.

En el día a día, a veces nos llegan situaciones que parecen querer alterar nuestro cosmos. Quizá una mala palabra, quizá la posibilidad de que nos pase algo a nosotros o a alguien que queremos. ¿A veces son cosas graves? Una de cada diez. Otras muchas son ese tipo de cosas sin importancia que hemos aprendido a valorar solamente para tener alguna preocupación banal en la vida. Para no pensar, quizá, en problemas como por qué no somos lo que queremos, que son bastante más amplios, y vienen a darnos una sensación de falta de control sobre la realidad que nos estresa y nos enerva.

La violencia pacífica es una de esas cosas que nos atemoriza, y no sé bien qué pensar sobre ella. Hay quien ve a dos cachorros jugando a ver quién es más fuerte, o a dos perros no tan cachorros. Está claro cuándo la pelea es a muerte o es simplemente para marcar el territorio (que ya hemos dejado claro que es innecesario generalmente en el ritmo de vida que llevamos en el norte), para entrenarse para el futuro, o simplemente para perder el tiempo. Y sin embargo, ante peleas inofensivas siempre existen dos opciones: "Déjalos que jueguen" o "¡Oye, Chispas, no le hagas eso a tu hermano!"

En el primer caso, ambos aprenden, quizá el que gana más que el que pierde. Cabría pensar: "estamos promocionando la violencia". Puede. Si pensamos que somos más asesinos que defensores de nuestro territorio. Quizá las dos cosas sean la misma, y sin embargo las connotaciones son muy distintas. A uno no lo entendemos, y al otro sí.

En el segundo se impone un orden semejante al que se ve en la biblia, en el que Dios interviene y soluciona los problemas para los pueblos elegidos. Los hombres buenos viven gracias a su Dios, y los hombres malos son castigados. Se castiga la violencia, por ejemplo, quizá con violencia directa, o con toma de poder sobre la persona, pero en cualquier caso un castigo es un tipo de violencia (soy más fuerte que tú, y por eso te impongo esta medida)

Tiene sentido castigar la violencia? A no ser que sea con una huelga de hambre o algo parecido, no lo comprendo. El castigado no puede pensar que es su intención de ser macho alfa la que funciona mal en su entorno, porque hay alguien que lo es y se impone. Si acaso, aprenderá a comportarse mientras este ente superior se pueda enterar de su conducta y castigarlo.

Pero la violencia, es irremediable. La única forma de no llegar a ella es luchar contra la escalada. Tener claro lo que uno quiere y en qué punto empezar a gritar por ello porque no hay más remedio. Vivir como en la sabana, donde pese a la escasez de alimento, los animales se entienden con menos conflictos de los que a nosotros, vulgares humanos chillones, nos parece que debería haber en un sitio tan crudo y desolador. Porque morir por el territorio de uno, no tiene sentido.

viernes, 1 de junio de 2012

La felicidad estética

Veo un criterio para clasificar la forma de observar la felicidad: El sentido que tiene en la dirección Yo-Mundo. La felicidad intrínseca, o metafísica, o filosófica, la que arranca de nosotros a través de un razonamiento. Quizá la felicidad racional. Y la felicidad estética, la que captamos del mundo independientemente de lo que nos muestra, la que nos transmite las apariencias que observamos.

Leyendo a Eduard Punset: "La felicidad se esconde en la sala de espera de la felicidad. [...] La belleza es [...] la ausencia de dolor, o la ausencia de recuerdos de dolor." Estas frases me han hecho darme cuenta de cuánto he avanzado en este largo camino de búsqueda de ese sereno júbilo.

No ha mucho tiempo, decía que la diosa de la felicidad era una buena diosa, que colmaba con sus poderes a sus acólitos hasta su saciedad, sólo con una condición: La diosa de la felicidad es celosa, celosísima. Si en algún momento observa que valoras algo aparte de ella, te hará darte cuenta de tu error dejándote a solas con ello. He aquí un ejemplo de felicidad racional.

Pero no dejaba de ser un engaño el no valorar nada a excepción de la felicidad: Un cuerpo humano no puede renunciar eternamente al mundo y ser feliz. Y un ser feliz no tendría por qué renunciar al mundo.

Si en aquel entonces era una sensación de seguridad la que me daba esta idea, ahora sin duda es libertad lo que siento. Con esta felicidad racional, vivía en un mundo que no me daba belleza, que no me daba alegría. Me sentía como un ferviente beato rodeado de salvajes. No podía evitar pensar que la felicidad no era mi mundo, sino sólo un pequeño reducto en mi corazón.

Punset tiene la clave, en parte: Son los recuerdos dolorosos lo que nos atormentan, lo que nos impiden disfrutar de la vida por bien que la organicemos. No se trata de no recordarlos, porque es imposible. Se trata de hacer las paces con el fantasma de las navidades pasadas.

Nuestra experiencia nos condiciona, todo lo que observamos lo juzgamos en función de lo que hemos vivido, y es por eso que, de forma irracional, trasladamos nuestros recuerdos dolorosos al presente. Bien dicen que, quitando cuatro problemas que vistos de una manera bastante razonable son necesarios, cualquier situación se soluciona enfrentándose a ella sin miedo y tomando las precauciones necesarias que podamos hasta derrotarla.

Y efectivamente, los tiempos cambian, y grandes problemas del ayer los solucionamos. Y no sólo eso, sino que algunas veces, incluso nos damos cuenta de que no eran tan graves. Miren cuántas personas han odiado e intenten pensar en una experiencia parecida a la de éstas que hayan vivido ustedes. Dirán, no, lo hizo sin ningún derecho, cuando yo me comporté de forma parecida tenía mis razones.

No se engañen. La mayoría (como mínimo) de los miedos y rencores que tenemos no son tan graves. El mundo no ha sido tan injusto con nosotros. No, aquello no era un derecho quebrantado. No, aquello otro no fue una cuestión de crueldad. Hagan las paces con ustedes y con sus viejos enemigos, que si la vida son tres días, llueva o nieve sonría.

lunes, 16 de abril de 2012

No me atrevo a pronunciar palabra

Sí, se me ha ido la pinza y he escrito algo, que no sé si calificar como poesía porque yo nunca he sabido qué es eso, pero creo que tiene cierta melodía:


No me atrevo
a pronunciar palabra
que moleste a la música
que destila la belleza
mientras me retiene la cordura,

más ésta se desvanece
como la bruma que oculta el alma
de la perfección a la que hablo.

Así pues, me enorgullece confirmarte
que si uso esta prosa
es a mí a quien me dirijo

a la vez que te aseguro
que repetiré esta parrafada
si me haces el favor
de acompañarte
en mi camino.


Es una mierda, lo sé, como todo lo que escribo, pero ya sabéis que conforme sale queda fijo.

(esto, por si algún día lo leo extrañado, me aclaro a mí mismo que es del día o más bien la noche que por tomarme un solo triple tras cenar no pude coger sueño y se me ocurrió leerme Otelo)

jueves, 22 de marzo de 2012

Los prejuicios

Es una cuestión muy difícil de tratar qué se considera y qué no se considera uno. Yo podría estar feliz pensando que soy español si pienso en ciertas cosas propias de los españoles. O podría no estarlo pensando en otras. Debería llamarme español? Creo que el saco es un engaño, una cuestión populista, un ardid dialéctico. Igual pasa con ser rojo, izquierdista, comunista, persona, la mayoría de los adjetivos que no están claramente definidos, que cada cual elige si lo es o no lo es.

Quizá podría pensar que cosas más concretas, como estudiante de químicas, alumno de tal instituto, persona que se lleva bien con no sé quién, que escucha no sé cuánto, que hace no sé qué...

No creo ser el único que siente cómo la sociedad está infectada de una enfermedad parecida a la de los hidalgos de la época del lazarillo. Esta obra delata a la humanidad de los pecados que prácticamente todos ellos cometen y cometemos en mayor o menor cantidad.

Sí, nos llenamos de títulos, de adjetivos, lo más exagerados posibles mientras sean admirados por nuestros allegados y temidos o repudiados por nuestros enemigos. Como dijo Hermann Hesse más o menos, nos escudamos en la familia, el vecindario, el pueblo, el equipo de fútbol, el partido, la religión, el país, con tal de idolatrarnos sin admitir nuestro egoísmo. Y tratamos todos estos temas como "Estás conmigo o contra mí" muchas veces.

No quiero señalar con suficiente fijación estos hechos sin recalcar que no es tanta la gravedad de lo que señalo, pero que existe en cierta parte.

No son pocas las veces que prejuzgamos a alguien por ser de un sitio, de un equipo, de unas ideas, de una música. Estamos obligados a prejuzgar a todo el mundo, pues no tenemos manera de enjuiciar a nadie debidamente pero, a fin de cuentas, es necesario pensar algo sobre cada persona para actuar en consecuencia. Es cuestión de cada cual cuánta seriedad darle a cada prejuicio, y cuánto estos condicionen nuestra forma de actuar y de sentirnos.

Y esta reflexión se debe a que alguien recalque que, por ejemplo, el Corán y otros libros religiosos musulmanes den pie a que alguien viole a su esposa de nueve años. Cuando a una persona le preguntan si se considera musulmán, unos piensan en esas niñas, o en burkas, y otros piensan en la de gentes que hay por ahí valorando cosas superfluas mientras que sus padres les educaron en que lo importante de una persona son sus actos, y no si lleva tal o cual ropa... Igual que cuando a uno le hablan de socialismo, unos se acuerdan de la serena paz y felicidad que trae la igualdad y otros de las críticas recibidas por ZP de un lado y de otro...

Cada uno se acuerda de lo que quiere o puede, por eso lo más importante sobre vivir es saber cómo de amplia puede ser la vida, cuánta probabilidad hay de que nuestros recuerdos se repitan, qué importancia debemos darles.

viernes, 9 de marzo de 2012

La moralidad

No sé si he escrito antes sobre esto, pero me parecía necesario dejarlo por si acaso.

Últimamente veo a mi consciencia entre el Ello, luchando permanentemente por la comodidad, por los placeres fáciles, y el Superyo, planteando mis acciones de forma que me beneficien aunque fuera inmortal. Quizá sea ésta la quintaesencia de la moralidad, vernos no como un humano más sino como la especie humana. Sentirnos como parte de la existencia de la humanidad, que se prolongará, esperemos, mucho tiempo.

Y me valoro en función de lo que lucho por acercarme a mi Superyo, y evito lo fácil, los instintos que noto cuando me siento débil, triste, cansando. No porque crea que está mal simplemente por ser instintivo, sino porque creo que tengo estudios no muy serios (sic) que demuestran que no benefician a medio-largo plazo.

Aún así no tengo claro estar buscando lo mejor para mí. Puede que esté desaprovechando grandes oportunidades, e incluso echándome a perder. Pero es mi superyo, y tengo que respetarlo y complacerlo a diario. Y creo que es lo que más valoro de mí mismo. Tener unos ideales, sí, que ya es mucho en estos días, pero sobre todo hacer algo por cumplirlos o, como mínimo sentirme mal si no lo hago. Saber que me quedan cosas por perfeccionar, que mañana tengo que correr más, ser más feliz, o prestarle más atención a alguien.

Ya llevo mucho tiempo diciéndolo, lo importante de una persona no es su situación, ni sus logros, sino a dónde se dirige, qué intenciones tiene.

Lo que me recuerda que hay que fijar un mínimo. Si los objetivos son una serie de montañas escarpadas... hay que asegurarse de valorar a las personas no según las montañas que han escalado, pero sí que hayan escalado alguna y sigan con ganas de otras cuantas por lo menos. Está bien que tengan buenas intenciones, pero si no han visto nunca una montaña de cerca, de poco sirve que les apasione el montañismo. Y eso va por quienes deciden algo y luego se arrepienten y cambian de idea en un ciclo lunar.

Creo que hoy no tengo nada más que decir. Que pensar es una mierda, que llega un punto en que uno tiene claro qué decir aunque no sea la mejor respuesta, pero es la que surge en el momento. Que hay que hablar mucho.

domingo, 26 de febrero de 2012

La oscuridad

Tú que quizá hayas superado esta incertidumbre o que quizá te sientas más ahogado que nunca, tú que quizá te hayas rendido a los instintos o hayas actuado con la sensatez que creo que me queda, que hayas seguido deshidratando a los demás con tu sinceridad o que hayas conseguido decirles lo que quieren, acuérdate de la oscura habitación que tanto frecuentas.

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=QYBMbdGHTy8#!

viernes, 24 de febrero de 2012

Los días

He escrito esta entrada en Tuenti, pero ya que esto sólo sirve para guardar todas estas chorradas que tanto me ayudan a ser feliz, pues cuelgo también ésta aquí:


Empieza la cuaresma y con ello el principio del fin de celebrar la pasión de cristo una vez más. Tantas, tantas personas pensando en comprarse su disfraz de penitente y qué pocas pensando en renovarse por dentro, en lavar esos jugos agrios que el tiempo va acumulando en nosotros.

El tiempo da color, la entropía no deja de aumentar en todos nosotros, y lo único que creo que puedo hacer es buscar la ablución. Me empiezo a sentir recuperado, ahora y no antes, y por eso quizá sea el momento de empezar a tomarse las cosas algo más en serio y algo más en broma.

En cualquier caso, lo haga peor o mejor, me resista o no emocionalmente a mis jaculatorias, lo que nadie me negará es que florezcan los cerezos. Florecerán, y yo seré feliz porque habré intentado lo que creo correcto.

No sé a qué ha venido ponerlo por aquí. A joder el ascua supongo, porque estas cosas las suelo poner donde no las vea nadie, en despolitiguismo.blogspot.com. Intentaré no volver a usar este espacio.

Y ahora, para dejar buen sabor de boca al motor de búsqueda que sobreviva a leer lo anterior, le dejo un gran poema de Neruda que apenas entiendo, pero que me gusta, que ya es decir mucho para lo cínico que soy.



Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

20 poemas de amor y una canción desesperada, poema 14.

sábado, 4 de febrero de 2012

Cara de gato

Intento simplemente poner cara de gato. Abrir bien los ojos y extender los labios en una aparente sonrisa.

No sé muy bien qué persigo. Por ahora llevo a cuestas mis decisiones pasadas. Probablemente equivocadas, pero no veo forma de arreglar la situación.

Creo que busco mostrar aprecio porque vuelvo a sentir falta de atención. Me repito continuamente que los demás me aprecian más de lo que parece, más de lo que me merezco probablemente.

Me digo que es una estupidez meterme conmigo mismo, que sólo puede dar pie a incongruencias. Que soy lo mejor que tengo y he de sonreírme más en el espejo. Que no puedo pasarme la vida esperando algo que no llega. Que todos los deseos buscan situaciones irreales que sólo se pueden satisfacer mediante neuras.

Sé que he de esperar pacientemente, que es lo más inteligente, pero tengo miedo de caer en el olvido de la sociedad, de no poder cumplir mis metas ni ahora ni nunca.

Voy creándome ídolos humanos que no soy capaz de imitar por fácil que parezca. Es difícil cuando lo que se espera no es la acción en sí, sino lo que despierta en uno mismo. Buscar intenciones, eso sí que es una neura, y más si se desconfía de las palabras y los gestos de los demás.

He empezado a crear una persona en mi mente, con la que interactuar, que responda como deseo que lo haga el mundo. Parece lógico: Imito el mundo que me rodea, X me responde como me gustaría, y después imito a X ante el mundo. Funcionaría si supiera imitar el mundo. Una de las razones para considerarme como una torta al sol es mi incapacidad para observar a las personas.

Me doy cuenta de que a lo largo de mi vida he creado un perfil general, con el que tratar a todos por igual o intentarlo, pero soy incapaz de individualizar. No sé qué regalar, no sé qué espera nadie de mí, siento que no conozco a los que me rodean. No sé interpretar las cosas de forma inteligente, o dicho de otra forma, observar a los demás no me sirve para anticiparme a sus movimientos.

En vez de intentar comprender su perfil de movimiento, hipotizo que se mueven hacia donde yo quiero y me agarro a esa creencia como a un clavo ardiendo.

Tengo que aprender a observar para poder ser feliz. Pero un buen principio es sonreír mientras presto atención.

viernes, 6 de enero de 2012

La interrupción

Pues me equivocaba hace un rato. Eso otro día, hoy tocan las relaciones sociales.

Cuando a un ser asocial le apetece hablar pasan cosas raras. Es difícil saber cómo de apreciada es la presencia de uno para seres con suficientes amigos, con los que hablan cuando les apetece. Se siente uno un estorbo.

Te preocupas de que quizá tenga mejores cosas que hacer que hablarte o escucharte, pero de que por otra parte quizá está esperando a que tú le digas algo. A rachas te convences de que, qué coño, yo le hablo y le escucho, y si no le gusta que me mande a paseo. Y antes o después llega alguien que te jode las convicciones.

Cómo coño sabe uno cuándo una persona quiere que le hablen? O de qué? Vale, cada uno tiene que ser como es. Hablar a quien le apetece, de lo que le apetece, cuando le apetece. Todo ello teniendo en cuenta cómo es la otra persona y tal... Teoría preciosa. Luego llega alguien y te jode la perspectiva, y te dice que eres un cansino (adjetivo que odio con todas mis ganas, no sé si porque lo soy o porque que alguien lo sea no me impide hablar con él), que no sólo él, sino muchas otras personas no te aguantan. La mayoría de las que conocéis en común. Que puede significar que le pareces cansino a la mayoría de las personas que te conocen. Y ahora qué?

Si ganas algo hablando con esas personas piensen lo que piensen de tí, pues que se jodan. Si no ganas nada hablando con alguien que quizá le resultes cansino, pues para qué... Pero y si lo que ganas hablando con esas personas, tiene que ver con no molestarlas? Y si buscas su sonrisa, dentro de tu complejo y siempre egoísta altruismo, y resulta que tu presencia lo que hace es hacerla desaparecer?

Miras desde lejos su sonrisa? Cambias? Lo primero es doloroso, y lo segundo no me atrevo a predecir qué consecuencias puede tener. Así que lo que uno piensa, fácilmente, es que lo mejor es desaparecer de la vida de las personas a las que pareces molestarle. Que llamen a mi puerta, que serán bien recibidos. Entrad, entrad sin miedo. Pero no me pidáis que salga de mi caparazón.

El detective

De pequeños algunos hemos soñado con ser detectives. Investigar cosas, anotar nombres, seguidos de lugares y horas. Algunos conservamos esa actitud de mayor. La información es poder, capacidad para controlar y manipular. Escuchar y preguntar, las mejores armas, quizá.

Pueden servir para que una persona nos de algo o para intentar hacerla feliz, pero en cualquier caso son armas. Y yo luego digo ser pacifista. Pero tengo una tendencia que difícilmente consigo evitar y no demasiadas veces, por interesarme por la vida de los demás, más allá, por sus problemas.

Obsesión por solucionar, por hacer feliz, quizá por sentirse apreciado. ¿Necesita alguien ser tan apreciado, necesita alguien salvar la vida de alguien, o más modestamente, ganarse la sonrisa de alguien? Quizá es mucho exigir, quizá hay que dejar que cada uno se solucione lo suyo. Me pueden apreciar por mi forma de ser o lo que sea que hago habitualmente y cómo. Y si no me aprecian que se jodan y se aguanten.

Está claro que se puede ser feliz sin logros de ese tipo, pero sería jodidamente bonito poder pensar esta persona, que tanto me alegra su presencia, sonríe gracias a mí. Otra droga más a la lista.

Aunque es tentador pensar que es una manía mía, es inevitable ver en la historia de los superhéroes, los samurais... todos esos protagonistas de series convencionales de dibujos... que nos parece precioso fantasear con ganarnos el afecto de alguien. Y es que, por poco amor que digamos necesitar o que nos sobre, siempre soñamos con más, con mayor o menor intensidad.

Como contrapunto, una introducción a probablemente la próxima reflexión: Intentemos evitar buscar un amor u otro, dediquémonos a dar con cuenta gotas y, si aparece alguien dispuesto a derrocharlo con nosotros... creo que lo mejor que podemos hacer es darle lo que tengamos. Ya es difícil que alguien muestre interés por uno sin estar bueno, parecer inteligente o tener habilidades sociales. Pero para el que tenga alguna de esas cosas: aprecia a quien te aprecie.