viernes, 4 de octubre de 2013

Comunicación, deseos y otras mentirijillas

No estoy inspirado hoy, pero me viene bien desenrollar un tema. Es esencial admitir primero un punto: La crueldad e indiferencia con la que tratamos los deseos de los demás. Quizá no parezca tanta, porque nos preocupamos por su integridad, por su salud, hasta por su bienestar, pero en cuanto a esos deseos, los despreciamos, juraríamos que no pertenecen a nuestros allegados, que son signo de su confusión, o de su malestar.

Admitido esto, hay un deporte nacional que, desde luego, es moralmente inadmisible, y que sin embargo lo disfrutamos todos en gran medida: Recompensa o castigo.

Vivimos cada día pensando en lo que está bien y lo que está mal para nosotros. A veces nos enfurecemos, a veces llegamos a una actitud que más de uno ridiculiza calificándola de "mamarsela a alguien" en sentido metafórico. Pero lo general son gestos mucho más sutiles. Una risa, una mirada, una palabra dicha entre algodones... Queramos o no, expresamos nuestra opinión sobre las cosas, sea asco, indiferencia, placer, amor, odio... Y está bien.

Imagínate que no nos decimos lo que nos gusta y lo que no. Cómo llegaríamos a acuerdos? Cómo conquistaríamos a nuestra futura pareja? Cómo entablaríamos amistades? Es necesario castigar unas cosas, y recompensar otras, levantar o bajar el pulgar.

El problema está en cuando uno no sabe qué es necesario, qué es deseable, ni siquiera qué no va a rechazar cuando lo tenga.

Es una charada monumental, que puede llevar a situaciones desastrosas. Mi mantra? Primero solucionarse los problemas uno, y después solucionarse lo que surja. No se puede esperar que venga del otro la solución, o que el otro es el culpable de su frustración. No, el amor es una putada, y sólo los que son felices por sí mismos pueden saborearlo.