lunes, 15 de agosto de 2011

La cabeza

La Rusca se ha quedado dormida en mi cabeza. Me siento realmente tranquilo, y como no he hecho nada para que se duerma, no me preocupa que lo que haga la despierte, al contrario, espero que siendo como he sido siga dormida.

Antes o después llega un momento en que uno se sienta y, antes de arrancar y seguir la ruta, se queda pensando en lo orgulloso que está. De sus proezas y sus fallos, de cómo las ha llevado, de cómo ha sobrevivido felizmente.

Y es que lo más importante es no tener una Rusca remordiéndote, hacer las cosas de la única forma que no se puede evitar. De la forma en la que lo quiere la Rusca, lo más propio de uno mismo, sus errores, el yo al otro lado del espejo, que le mira a uno antes de ducharse, de arriba a abajo, sin compasión.

El que ahora sonríe porque se siente solo, ignorado, el que le gusta estar tranquilo sin que lo despierten. El que sale cuando uno tiene suficiente miedo como para actuar sin pensarlo, el que actúa sin pensar llenándote de felicidad, comiéndose todos tus miedos de una cuando se han acumulado demasiados. Porque sentir es la única forma de vivir, y tener miedo la única forma de actuar adecuadamente. Improvisa sin preocuparte, porque es inútil.

Ten miedo del todo, y dejarás de tenerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario