sábado, 23 de febrero de 2013

Soledad

Me doy cuenta de que llevo muchas entradas pendientes de continuar, pero antes de nada quería dejar constancia de lo que siento.

De pequeño pensaba que era un marginado, que la gente no me quería. Que estaba solo porque los demás no me apreciaban. No creo que estuviera muy equivocado, pero al pasar el tiempo me doy cuenta que parte de mi inactividad social debía ser culpa mía.

"Conservar las amistades" es una locución que está dando vueltas por mi cabeza. Últimamente no salgo, no es sólo por una cuestión económica, es que no me apetece dar vueltas para hablar por hablar.

Ya me di cuenta hace tiempo, cuando le dije a alguien que yo "no hablaba por hablar", que es algo que no sienta bien a nadie. Supongo que el resto de personas, o al menos muchas, sí que tienen cosas que decir o que preguntar. Yo, la verdad, no siento que tenga nada que decir. Quizá preguntar sí, pero preguntas incómodas, que o bien no pueden responderme o no quieren hacerlo.

Si tuviera alguna inquietud sobre esas preguntas, quizá me debatiría entre si hay que ser como a uno le sale, o como les resulte más cómodo a los demás dentro del abanico de actitudes que cada uno posee. Pero tampoco son cosas que me atañan, es más bien mi manera de preocuparme por los demás, esos problemas en los que intento ayudar a quienes aprecio, y si resulta que por pronunciarlas voy a aparentar que no aprecio su intimidad o lo que sea que protegen, pues no me beneficia, sinceramente, por muy sano que sea preguntar.

En conclusión, mis relaciones acaban siendo "laborales" y serias. Sin alcohol de por medio, y sin bromear sobre el tiempo que hace. Y con quien no coincido, ni lo veo.

Ayer Elena tenía fiesta. No tenía muchas ganas de salir, ni siquiera si hubiera sido con mis amigos, pero  habría salido. Ahora, estar con los amigos de ella, pues no. La conversación es nula, y mucho más cordial que si intentara hablar de algo.

Y pensé en salir. Con Jacinto, o con Jaime y Amanda, o con Jaime Reloj, o con Dani, o con Guiller y Sandra...

Sé que me lo habría pasado bien con cualquiera de ellos, y sin embargo sentía que no tenía nada que contar, que ya han pasado mucho tiempo sin mí, que para qué iba a llegar a "conservar la amistad", como si los tuviera puestos en vinagre, si ni siquiera estaba presentable para que entendieran que los aprecio.

Es difícil mostrarle aprecio a la gente. Un mal gesto y nuestro miedo nos dice no nos quiere. Yo soy el primero que lo admito, la obsesión por juzgar a la gente, por intentar actuar bien con los buenos y regular con los malos, nos lleva siempre a vivir sesgados, es inútil pensar que uno puede analizar la realidad y actuar en consecuencia. No podemos pensar nunca que estamos en lo correcto.

Hoy no tenía que levantarme hasta las doce. Debería haber llamado a alguien, preguntarle qué tal está, y sin exagerar pero sin cinismo, recordarle de una manera u otra que, en cierto modo, los quiero.

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