martes, 28 de junio de 2011

Haga lo que le dejen.

Nos quejamos de muchas cosas. De no permitirnos una hipoteca, de no poder tener un coche, de no llegar a fin de mes por culpa de mil cosas menos de las que sabemos que hacemos a voluntad: Véanse las terrazas en verano.

Hacemos una buena apuesta, tan estúpida como arriesgada. Nos ofrecemos a trabajar doce horas con tal de cobrar lo que se pueda, a la mínima montamos una familia con su casa, su coche y sus niñitos. Mejor o peor, pero siempre todo lo bueno que se pueda.

Y nos justificamos. "Si no trabajara doce horas, me echaría el jefe. Sin coche, no llegaría a tiempo al trabajo, o tendría que mudarme a la ciudad en la que trabajo. Tendría que acoplarme a horarios de trenes y autobuses. Y qué incómodos son, la leche. Por no hablar de los hijos... Quién va a sacar adelante a España cuando nosotros muramos? Bastante mala es nuestra campana poblacional, la solución es parir."

Pues mire usted, la gente con el tiempo ha aprendido a reducirse la jornada. No me haga hablarle de los curtidores del siglo décimo. El problema es que tenemos que ir todos juntos, como fuenteovejuna. Claro que tenemos problemas para reducir nuestra jornada.

Por una parte, el pequeño y mediano empresario tiene que lidiar con un peso a la espalda. La seguridad social. No me explico a dónde va el dinero que los pequeños empresarios pagan por sus trabajadores. Me parece que con 1000 euros al mes se puede pagar la educación, la salud, y guardar para la jubilación. Y sobra.

Por otra parte, con el dinero que usted recibiera por ocho o seis horas, podría vivir. Si no hubiera decidido ser camello, cargar el resto de su vida con una casa, un coche, un par de niños, una mujer poco decidida a trabajar y un piso en la costa, si le dejan.

Es más, con quinientos euros al mes se puede vivir y ahorrar, si uno deja de salir a la caña u otras drogas más potentes, o si deja de darse unas vacacioncitas cada año en un hotel de las estrellas que le dejen. Y si hay que compartir piso con otras tres personas se comparte. Es cuestión de hacerse un poco más tolerante al género humano de lo que somos. Y digo esto porque no somos capaces de dejar de discutir.

Y el paro. Qué malo es. Siempre hay alguien esperando a meterse a trabajar por nosotros doce horas, el jefe no va a querer reducirnos el sueldo y la jornada. Claro que no. Porque queremos abarcar todo lo que se ha dicho. Queremos tener hasta que no nos dejen más.

Porque no somos capaces de respetarnos entre nosotros. No somos capaces de decir no, con tal de no herir nuestros principios y ser algo solidarios con el prójimo. Y mucho menos nos vamos a dejar coser a impuestos que van a ir a los demás.

Habrá agujeros en el gobierno, pero es este principio, de dar a lo común, el que nos deja vivir de forma civilizada. Tenemos que ser conscientes de que no podemos estar pensando siempre en tener todo lo posible. Tenemos que quedarnos en lo necesario, para no hacer una sociedad en la que el que cae, no sólo se queda sin casa, sin coche... Se queda sin vida. Sin un poco de dinero para esa vida más que suficiente, sin excesos, compartiendo.

La única conclusión a la que se puede llegar de por qué no arreglamos esto, es porque estamos bien así. Porque no nos molesta ver a nuestros familiares en paro. Porque no nos importa que nuestro dinero se quede en agujeros sin fondo. Porque nos conformamos con lo que tenemos hasta que tengamos que llorar por su pérdida.

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