sábado, 25 de junio de 2011

Libertario, como antiliberal

Hago esta entrada porque suelo usar la palabra libertario cuando mucha gente me dice que pensaba que yo era más liberal. No nos confundamos. Y para no confundirnos para nada, puesto que libertario se ha usado en sus distintas traducciones con distintos significados mientras que yo la uso por su valor fónico, por lo que me parece que debería representar tan preciosa palabra, creo esta breve definición, muy resumida, de lo que significa para mí ser libertario cuando digo que yo lo soy.

De entrada quiero decir que si se prefiere llamar libertarismo imanolista, llámese así. No me venga nadie quejándoseme de que eso no es ser libertario. Me gusta la palabra, partiendo de su definición más básica, y aplicándola a mi manera de pensar. Comienzo, ahora sí.

Si liberal es, para mí, defender las libertades, y libertario otorgarlas, ser libertario debe significar ser antiliberal de manera democrática en una población utópica, bien formada como en todas las poblaciones que funcionan, que son ninguna. Esto es renunciar a las libertades relativamente innecesarias en pos de las inexistentes. Y paso a dar un ejemplo de lo que yo entiendo por cada cosa, es decir, a lo que me refiero cuando hablo.

En una sociedad liberal con dos modelos de coches, uno con un precio asequible para el sueldo medio y otro sólo para una minoría privilegiada, esta población respetaría la existencia de los dos coches, cada cual para quien pueda permitírselo.

En una sociedad libertaria, sin embargo, el segundo coche sería ilegalizado, o en su defecto no lo comprarían siquiera los que se lo pueden permitir, o en su defecto la población decidiría democráticamente calificarlo como objeto de lujo que gravar pesadamente en la renta. No daría ninguna facilidad, más bien lo contrario, a lo que la mayoría no puede permitirse.

No por recelo, ni por falta de empatía con el que lo desee. Actuarían así guiados por la consciencia de lo común, de los recursos como patrimonio de la humanidad que repartir en su justa medida, sin derroches, sin esas pequeñas libertades que a un hombre preocupado por las catástrofes del mundo le traen sin cuidado y le parece extraño desearlas.

Así, este libertarismo, y si no les gusta la palabra por una razón u otra pueden llamarlo X, o imanolismo; implica un deseo contínuo de cumplir un sistema de prioridades basadas en los derechos más fundamentales que conozco: Las necesidades fisiológicas. Comer, beber y dormir no son las únicas. Así pues, este sentimiento le hace a uno rechazar el segundo bocado de cualquier cosa antes de saber que todos han tomado el primero. Y si el segundo provoca un conflicto, "o follamos todos o la puta al río".

Es pues, amor a los demás, no a cada uno, no al entorno, amor al mundo, la paz y el entendimiento, o lo que es lo mismo, justo lo contrario de lo que nos interesa cuando votamos. Lo que nadie mira, la política exterior, pues sólo nos importa nuestra situación, que tan mal no estará viendo que la gente sigue metiendo el pie en el barro sin preocupación.

Es pues, un verdadero sentimiento de bienestar cuando uno cree haber hecho todo lo que podía, que nunca es posible pero para eso ya hay otros libros de autoayuda que no tienen que ver con la moral o la política.

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